25 de junio, Viernes.
Hace dos días fui al hospital. Hace tres, a la consulta. Y hace cuatro, le confesé a mi madre lo que hacía. Y ahora es oficial: soy anoréxica. Soy bulímica. Y todo ha ocurrido sin que yo me diera cuenta.
Me han hecho unas pruebas, y resulta que mi corazón es más pequeño de lo normal, y late tan solo 49 veces por minuto. Por falta de proteínas, su músculo se ha vuelto más fino. También tengo hipotermia. Ya me parecía bastante extraño que los demás siempre tuvieran las manos más calientes que yo, y que empezara a tener frío en una época más calurosa que antes. Mi corteza cerebral es ligeramente más fina, y ahora me cuesta memorizar cosas y concentrarme a la hora de estudiar. Es un milagro que haya sacado buenas notas esta evaluación. Mi humor cambia constantemente, y de una forma bastante brusca. Mis amigas deben estar hartas de mi actitud, porque soy irritable y pierdo la paciencia con facilidad. Estoy más triste. He perdido las ganas de vivir y el interés hacia las cosas. A veces pienso en suicidarme. Porque es injusto. Yo me he esforzado por estar bien y ahora resulta que he estado cultivando una enfermedad.
Sé que nadie leerá esto. Pero por si acaso, lo publico para que nadie caiga en la misma trampa que yo. Si estás oyéndome y vomitas para adelgazar, o tomas demasiadas pastillas, o haces ejercicio de una forma excesiva, por favor, detente. Porque hay algo más en juego que esos simples kilitos de más que una cree que tiene. Porque a veces, ni siquiera existen. Seamos realistas: mido 1 metro 61 centímetros, peso casi 40 kilos y me veo gorda.
Ahora tengo que ir al hospital. A lo mejor me ingresan para que me recupere. Y no veré a mi novio, ni a mi familia durante ese tiempo. Intentaré que no sea así, pero si es realmente lo que ha de suceder… estoy dispuesta. Quiero volver a ser la de antes. Quiero volver a estar viva.